viernes, 17 de julio de 2015

El auge del cine de ficheras como distractor social en el sexenio de José López Portillo

por Vladimir Martínez Tapia.



Introducción
El presente ensayo tiene como objetivo indagar la relación que tuvo el llamado cine de ficheras o sexycomedias con el sexenio del Presidente de la República José López Portillo. La relación que se plantea es que dicho tipo de cine funcionaría como distractor para obviar los graves problemas que afectaban al país, pues se venía de una fuerte devaluación ocurrida meses antes de que López Portillo asumiera la presidencia. También existía un aire de crisis en el ambiente político, pues dentro de los rumores que se esparcían, se encontraba aquel que decía que probablemente Luis Echeverría daría un golpe de estado.
La crisis económica se superaría debido a que se descubrieron nuevos yacimientos de petróleo en Chiapas, Tabasco y Campeche, aunado a esto, en la Guerra del Yom Kipur, los países árabes cancelaron la venta de petróleo a Estados Unidos y a Europa Occidental, pues era una represalia por el apoyo brindado a Israel, lo cual puso a México como primer exportador de crudo, el pib se elevaría al 8%. Dicha situación llenó las arcas del país, y comenzaron los despilfarros por parte del gobierno, y el cine sería un arma poderosa para desviar la atención.
Con el ambiente turbio comienzan a gestarse estrategias por parte del gobierno para controlar los ánimos en la gente, pues el gobierno encabezado por López Portillo no quería que sucediera lo que años antes había impulsado la inconformidad de la gente. Los sucesos de la Plaza de las Tres Culturas el 28 de octubre de 1968 y el halconazo el 10 de julio de 1971 aún estaban presentes en la memoria de la gente, los gobiernos priistas ya no podría permitirse el lujo de otro suceso de tales magnitudes como los ya mencionados.
Para evitar estas situaciones, el gobierno comienza a elaborar estrategias oficiales y no oficiales para el control de la gente. Dentro de las estrategias oficiales, dadas a conocer al pueblo, refiere al discurso pronunciado por López Portillo cuando asume el poder el 1° de diciembre de 1976, donde se asume, de cierta manera, culpable por el mal manejo del país en sexenios anteriores y exclama una súplica de perdón a los desposeídos y marginados. A lo anterior se suma su interés por democratizar el ambiente político con la “creación de un sistema nacional de partidos políticos.”[1]
Hubo ciertas estrategias que no se podían develar ante la opinión pública y que merecieron orquestarse tras bambalinas, una de ellas es la que atañe a este ensayo, el gran auge que tuvo el cine de ficheras en el sexenio de López Portillo y que es utilizado para desviar la atención y servir como paliativo a la gente, pues el presidente creó un nuevo organismo oficial que establecería las normas tanto del cine, como del radio y la televisión, la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (rtc), la cual fue encomendada a la hermana del presidente y desde donde se favoreció la producción de cinematografía privada, que propició el auge de este tipo de cine.

El sexenio Lópezportillista.
José López Portillo asume la presidencia el 1° de diciembre sin ninguna dificultad, es decir, que el dedazo llevado a cabo no tuvo opositores que contendieran a la presidencia, pues ningún otro partido registró candidatos “El pan no presentó candidato por problemas internos. El pps y el parm se adhirieron a la candidatura del pri. El pcm, sin registro, postuló simbólicamente a Valentín Campa.”[2] de esta manera continuaba la tradición y dictadura del pri, pero el panorama que enfrentaría el recién envestido presidente no se veía muy halagador.
En el ámbito económico se había presentado hace pocos meses la devaluación del peso, esta estabilidad respecto a la paridad del peso con el dólar se debía al resultado de un acuerdo firmado por México, el Tesoro de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional, donde se mantuvo en una cotización de 12.50 pesos por dólar, pero el 31 de agosto de 1976, el Secretario de Hacienda, Mario Ramón Beteta, anunció:
Hoy se abandonó el tipo de cambio fijo del peso mexicano frente al dólar, después de mantenerse durante veintidós años a doce pesos cincuenta centavos. El nuevo valor lo determinarán las fuerzas del mercado, pero la flotación será regulada para moderar o vulnerar los movimientos especulativos.[3]
El panorama económico era delicado, pues desde agosto el peso venía perdiendo valor frente al dólar. El 11 de septiembre de 1976 el gobierno de Echeverría estableció la paridad en 19.70 pesos a la compra y 19.90 pesos a la venta, y tan sólo un mes después, el precio llegó a 27.97 pesos por dólar, para bajar a final de año a 19.95 pesos. Era un sube y baja que tenía acorralada la economía.
Es justo reconocer que la crisis que se avecinaba no era sólo por la devaluación del peso, factores de muchos años atrás explotaban en esta época, por ejemplo, la caída de las exportaciones mexicanas en 1971 ante la suspensión de compras de las mercancías mexicanas en los mercados estadunidenses. El redimensionamiento del valor de las exportaciones del país y la enorme dependencia tecnológica hacia Estados Unidos, causan un déficit constante en la balanza de cuenta corriente nacional.
Un factor más para resquebrajar la estabilidad del país, fue la injerencia del ex Presiente Echeverría, pues existían rumores que apuntaban a que emularía a Plutarco Elías Calles al dar un golpe de estado para implantar un nuevo maximato. La coexistencia de dos presidentes, uno electo y otro en funciones, creó un clima de inestabilidad, sobre todo considerando la gran avidez de Echeverría por figurar en todos los ámbitos. Era bien sabido que a Echeverría le gustaba figurar en todas partes, aparecer en todos los periódicos, el periodo de su mandato estuvo marcado por un exacerbado egocentrismo.

Por ello, su discurso en la toma de la presidencia resulta conciliador, abandonando toda retórica demagoga que caracterizaría a su predecesor, pero sin lanzar ataque alguno directamente a él, lo que buscaba con su discurso era tocar las fibras más sensibles del pueblo, a la clase política, pero sobre todo a los empresarios, pues la fuga de capitales al extranjero que se estaba presentando era de consideración, por lo cual argumentaba que debía darse: “Una tregua inteligente para recuperar la serenidad y no perder el rumbo, que no sea renuncia o claudicación”[4]
Era urgente que se llevara a cabo dicha tregua, puesto que el país observaba como los nubarrones de la crisis se iban acrecentando, el ambiente social también se encontraba sensible, aun así, dentro del mismo discurso de toma de posesión lanzó cierta advertencia a los disidentes:
el desempleo y los enfrentamientos provocados por una absurda espiral inflacionaria debilitarían nuestra democracia y habría el riesgo de usar la fuerza en vez de la razón y con jalones el país se sumirá en un vórtice de desorden en cuyo fondo están sólo la pérdida de la libertad y el espectro de la injusticia.[5]
El discurso enunciado por López Portillo no era sólo retórica para limar asperezas, dentro de él también incluía las acciones políticas y económicas que llevaría a cabo el nuevo gabinete, se encontraba la estrategia principal a la cual llamó “alianza para la producción, que tendría lugar entre autoridades, patrones y obreros, así como inaplazables reformas política, fiscal y administrativa.”[6] Además, su proyecto de gobierno se dividiría en tres partes: dos años de recuperación, dos de consolidación y dos de crecimiento acelerado.
Las palabras de López Portillo convencieron a unos cuantos, pero no a los principales interesados que eran los empresarios, quienes recelosos por experiencias pasadas, no eran tan fácil de convencer, ante esta situación, el buen desarrollo de su sexenio parecía un sueño lejano. López Portillo se mostró prudente en cuanto a gastos e inversiones, no era tiempo de desperdiciar el dinero. Sin embargo este panorama cambió cuando en 1977 se descubrieron nuevos e importantes yacimientos de petróleo en Chiapas, Tabasco y Campeche, lo cual se conjuntó con la situación que había generado la Guerra del Yom Kipur en octubre de 1973, pues los países árabes petroleros interrumpieron la venta de crudo a Estados Unidos y a Europa Occidental como represalia por el apoyo prestado por éstos al estado israelí.
Tal conjunto de situaciones hizo que México se posicionara como el primer exportador de crudo, la producción de barriles creció un 71.87%, “las reservas probadas  crecieron inconmensurablemente, de 6,400 millones de barriles a 11 mil millones.”[7] Esto ocasionaría que el pib se elevara en 8% anual, mientras que la tasa de desempleo se redujo hasta en un 50%. La economía se reactivó al observarse un sostenido crecimiento de la demanda interna de derivados, lo cual impactaría los ingresos de Pemex. Dicha situación trajo consigo que la élite gobernante y amplios sectores de la población creyeran que la problemática había cambiado, de ahora en adelante le problema sería cómo administrar la riqueza ocasionada por el petróleo. Y comenzó el despilfarro y las malas decisiones.
El gobierno de López Portillo comenzó a presentar excentricidades, burlando la envestidura presidencial y las leyes que imponían sanciones administrativas por violentar la laicidad de un espacio oficial, obligó a que la gira realizada por Juan Pablo II hiciera una parada en la  concierne a la visita papal en la Residencia Oficial de los Pinos, el pretexto era que celebrase una misa especial para su madre. Las más graves excentricidades o decisiones unilaterales que tuvo fue que nombró a sus familiares en diversos cargos públicos, además de crear nuevas secretarías para darle cabida a todos ellos, de lo cual se vanagloriaba abiertamente.
Su esposa, una mujer arrogante y llena de desplantes, se encargó de la política cultural, ordenando que se integrara una orquesta sinfónica especial, la Filarmónica de la Ciudad de México, para dar a conocer sus dotes de pianista con temas del grupo Mocedades; su hija Paulina debutó como baladista juvenil; José Ramón López Portillo, su hijo, se desempeñó como subsecretario de Estado; su hermana Alicia fungía como su asistente; su primo Guillermo presidente del Instituto Nacional del Deporte; Rosa Luz Alegría, su amante, obtuvo la Secretaría de Turismo.
La designación más criticada fue la de Arturo Durazo Moreno, un amigo de la infancia. Nombrado director del Departamento de Policía y Tránsito del Distrito Federal, designado General de División sin haber estado en el Ejército y condecorado Doctor Honoris Causa del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal sin antecedentes universitarios. El negro Durazo, como lo llamaban sus allegados, auspició el cohecho y la tortura entre los cuerpos policiacos que dirigía y se enriqueció escandalosamente. Por aquellas épocas, el lema de López Portillo que había enarbolado durante su gestión La solución somos todos, la prensa y el común, al ver este tipo de acciones, la transformó en La corrupción somos todos.
En el segundo año de gestión de López Portillo, en 1977, se crea un nuevo organismo oficial que regularía al cine, la radio y la televisión,  la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía (rtc), su hermana Margarita fue designada la titular. Los dueños de medios, creadores, productores y directores temían y odiaban a Margarita por su actitud altanera, y la acusaron de matar a la industria del cine. Para apoyar la gestión de su hermana, López Portillo desmanteló el aparato cinematográfico que se había establecido durante la gestión de su antecesor, Luis Echeverría, la injerencia del estado en el sexenio de López Portillo fue casi nula.
El poder de Margarita en el ámbito de la cinematografía aumentó, y condenó al cine a estar herido de muerte, la titular de la rtc favoreció la producción cinematográfica privada y de esta manera surgió un género que aportaría mucho dinero a sus productores, pero poca calidad al cine mexicano, el cine de ficheras¸ una de las herramientas de control disimulado del Estado que trabajaría y cautivaría a la población en general.

El fallido honor a Buñuel o el Cine de Ficheras
El cine de ficheras[8] obtuvo su inspiración de las comedias eróticas italianas de los años setenta. Divorzio all’italiana –Divorcio a la italiana– de 1962, de Pietro Germi, fue una comedia de enredos donde el galán es encarnado por Marcello Mastroianni, esta cinta fue la pauta para una serie de cintas con temáticas sexuales tratadas con humor ciertamente grotesco, un tanto humor negro, donde los desnudos se podían observar constantemente. Directores como Tinto Brass –L’urlo (1968), Nerosubianco (1969), Salon Kitty (1976)–, Vittorio de Sica–Woman Times Seven (1967), Matrimonio all'italiana (1964), Caccia alla Volpe (1966)– y Pier Paolo Pasolini –Salò o le 120 Giornate di Sodoma (1975), Accatone (1961), Mamma Roma (1962)– plasmaban en sus obras una serie temas que incluían la prostitución, la infidelidad, las drogas y el sexo múltiple y diverso, con tintes de comedia en algunos de los casos.
Como se ha dicho, este tipo de cine inspiró a los realizadores en México, y en el mismo caso, existieron actores y actrices que se convirtieron en un sello distinguible del género, si en Italia se tenía a Edwige Fenech, Lando Buzzanca y a Alvaro Vitali, en este lado del mundo teníamos a Sasha Montenegro, Jorge Rivero y Alfonso Zayas. Todos ellos filmaron una gran cantidad de largometrajes y videohomes para el entretenimiento de la gente, pero no estaban solos, junto a ellos se encontraban actores como Eduardo de la Peña Lalo el Mimo, Isela Vega, Alberto Rojas el Caballo, Angélica Chaín, César Bono, Carmen Salinas la Corcholata, Rafael Inclán, Pedro Weber Chatanuga, Luis de Alba, Lyn May, Manuel el Flaco Ibáñez, Ana Luisa Pelufo, José René Ruiz Martínez Tun Tun, Wanda Seux, Sergio Ramos el Comanche, Lina Santos, Arturo Cobo Cobitos, Leticia Perdigón, Guillermo de Alvarado Condorito, Maribel Guardia, Leopoldo Polo Ortín, y un largo etc.
El largometraje que abrió la brecha para el auge de este tipo de género fue el del director Miguel M. Delgado Bellas de Noche (Las ficheras)[9], se trataba de una adaptación de la obra teatral Las ficheras de Víctor Manuel Castro Arozamena, alias El Güero, dicha obra llegó a cumplir dos mil quinientas representaciones en el Teatro Principal de la Ciudad de México, por lo cual se pensó ampliar su éxito a la pantalla grande. Bellas de noche abarrotó de público cuatro salas cinematográficas durante veintiséis semanas. Debido a la censura por parte de los órganos gubernamentales, se impidió que la cinta llevara el mismo nombre de la obra, por lo cual se le ocurrió al güero Castro rendir un tributo a Luis Buñuel, tomó el título Belle de Jour –Bella de día (1967)–, cambiando la primera palabra de singular a plural, y a la tercera palabra, el momento del día, sin embargo, es probable que a Buñuel no le agradara tanto dicho homenaje.
Bellas de Noche se rodó en un cabaret que en 1952 nació con el nombre de Bombay, era un cabaret localizado en el centro de la Ciudad de México, y cuando se rodó la película, tenía el nombre de Bar El Pirulí. También se hicieron grabaciones en las pulquerías clásicas desde los años cincuentas, y dichas películas adquirirían el nombre del citado lugar. Se intentaba representar el contexto de la clase social baja de ese momento, así mismo se enardecía la representación del macho mexicano, el cual siempre recurría a la ofensa mediante el albur y denigrando al homosexual, ser puto no era de machos. Sin embargo sólo era un distractor, para captar la atención de las masas, pues lo que se vivía en ese momento era una gran represión por parte de las autoridades y el gobierno.


La temática de las películas subsecuentes de este género comprendían un gran número de desnudos femeninos –que fueron aprovechados por las modificaciones de la Ley de Censura Cinematográfica–; bailes pegaditos con la pareja en cuestión, acompañados de apretujones sensuales al ritmo de la música por lo general de La Sonora Matancera, La Sonora Santanera o Pepe Arévalo y sus Mulatos; diálogos plagados de albures, chistes y palabras con doble sentido; las borracheras que emprendían con cualquier motivo; y un argumento que rayaba en el melodrama donde al final se redimen las historias junto con los personajes para desembocar en un final feliz.
Con el paso del tiempo, los argumentos fueron siendo más pobres, aunque no se crea podrían ser peores los argumentos que los de las películas pioneras, muestra de ello es la película Las borrachas[10] de René Cardona III, donde la historia que se pretende contar no tiene coherencia, el argumento se pierde; el desarrollo de la película no justifica su título, pues uno pensaría presenciar alguna problemática relacionada con el consumo de alcohol, sin embargo, en toda la película sólo existen dos escenas donde los personajes se emborrachan.
Dentro de la historia, existe un club de albureros, donde, utópicamente, aquellos distinguidos personajes que son unos campeones en el albur se organizan y cuentan con toda una estructura como sindicato, sin embargo, no todos los actores en escena son diestros en el manejo del albur y se ven forzados a recitar sus diálogos, o en ocasiones los actores confunden sus diálogos o los cambian y pareciera que no importa para el desarrollo de la historia, lo cual nos indica que dicha película careció de edición. Además, todos los nombres de los integrantes de dicho club resultan en albur.
Las funciones de los cines más concurridos de esos años evidenciaban la oferta de estas películas. La problemática de la vida de una sexoservidora se veía reflejada en La vida difícil de una mujer fácil[11], donde se desnuda como el vender felicidad en las calles tiene sus problemas. Esta película era protagonizada por Sasha Montenegro y rebasó las diecinueve semanas de éxito. Ella misma era la protagonista del primer filme de ficheras, así como de otros más donde siempre fungía como prostituta, quizá por ello era amante de López Portillo, pues conocía muy bien el oficio o los personajes se le habían impregnado, y consiguió que en 1995 ella y el ex Presidente contrajeran nupcias por la vía civil, y en el año 2000, a la muerte de Carmen Romano –ex esposa de López Portillo– se casaron en una residencia en la colonia Vista Hermosa de la ciudad de México. Aunque no es de extrañarse en esta época ese tipo de relaciones, puesto que vivimos en la época donde las gaviotas se casan con los copetones, en esos tiempos era un tanto difícil observar ese tipo de enlaces, y no porque no hayan existido, sino porque no se hacían públicos.
Ahora bien, por qué tuvo tanto éxito este género de cine. Carlos Monsiváis comenta haciendo una analogía con el cine de los cincuentas que el cine arrabalero de esas épocas:
Para competir con el cine norteamericano, sólo se disponía del método de los espejos: El reconocimiento de los espectadores en esos diálogos y en esos rostros que se expresan como sus correspondientes en la pantalla. Así surge, conquistador y repetitivo, el México de charros, rumberas y familias que, felices o desdichadas, son idénticas. Involuntariamente sarcástico, voluntariamente chistoso y sentimental, de vez en cuando heroico, inesperadamente trágico, el repertorio del cine mexicano promueve mitologías centrales y leyendas adyacentes que dibujan un pueblo bondadoso, lleno de prejuicios, tanto más emotivo cuanto más desesperado, racista al interior y al exterior, religioso y fanático, y más liberal de lo que se admite.[12]
Agrega más adelante:
…utilizó la vecindad para el aprendizaje urbano, el de la nueva sociedad con nuevas reglas. Las personas se alejaron de sus orígenes y rehicieron su práctica de saludar y de hacer del saludo un rito del espacio delimitado. El cabaret, como la vecindad, en la comedia erótico-popular de los setenta cumple esa función. Pese a cualquier juicio moral que se pueda emitir, el cabaret es representado como un espacio familiar.[13]
Es decir, que el espectador se veía reflejado en aquellas producciones, se reflejaba su modo de vivir, de desarrollarse socialmente, hasta cierto punto de echar a volar su imaginación y sentir que era él quien estaba protagonizando tal o cual película, y al reconocerse dentro de estas producciones, y mantenerse ensimismado en las historias, el mundo real a sus espaldas no existía, por más de una hora escapaba de la realidad que lo atormentaba, que lo hacía preocuparse, y del mismo modo se abstraía de las problemáticas que afectaban al país. Este argumento podría resultar simplista, sin embargo, cumplió con el objetivo por el cual fue impulsado este género de cine y por lo que se le dieron tantos espacios, y sobre todo, por lo cual se reformaron las leyes de cinematografía. Al final la estrategia planeada rindió frutos y el cine de ficheras ha pasado a formar parte de la historia del cine mexicano, dejando una huella muy marcada.

Conclusiones
El sexenio de López Portillo se vio favorecido por el género del cine de ficheras, por ello se instrumentó una estrategia que comprendía la designación de una nueva secretaría, encabezada por una persona de toda la confianza del Presidente, y con ello establecer las condiciones para que este género de cine se esparciera por la población y con ello mantener a la población de las clases bajas entretenidos. De esta manera, se evitaron manifestaciones populares, sin embargo, se sacrificó una época donde también existieron películas con calidad temática y formal, que las hacían infinitamente superiores a los churros de las producciones privadas.
Dentro de aquellas películas con calidad, en cuanto a argumento y producción, recordemos tanto producciones del Estado como producciones privadas; Auandar Anapu (El que cayó del cielo) (1975), Deseos (1977)  y Pafnucio Santo (1977) de Rafael Corkidi; El lugar sin límites (1977), Lecumberri: El Palacio Negro (1977) y Cadena perpetua (1978) de Arturo Ripstein; El apando (1975), El año de la peste (1978) y Canoa (1976) de Felipe Casalz; El cumpleaños del perro (1975), Naufragio (1977) y Las apariencias engañan (1978) de Jaime Humberto Hermosillo; Actas de Marusia (1976), El recurso del método (1977) y La viuda de Montiel (1979) de Miguel Littin; Mina, viento de libertad (1976) y El complot mongol (1977) de Antonio Eceiza; Coronación (1976), Llovizna (1978) y El infierno de todos tan temido (1981) de Sergio Olhovich; o la interesante cinta Los albañiles (1977), de Jorge Fons.


Bibliografía

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http://tesiuami.uam.mx/revistasuam/iztapalapa/include/getdoc.php?id=1292&article=1327&mode=pdf




[1] Rodríguez Díaz, Erwin. «Por la voluntad o por la fuerza: El escenario para la apertura democrática y la reforma política. Echeverría y López Portillo.» Estudios Políticos (UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Centro de Estudios Políticos), nº 22 (Enero-Abril 2011): p. 82.
[2] Luis Medina. La evolución electoral del México contemporáneo. México: Comisión Federal Electoral, 1978. p. 336.
[3] Excélsior para AEE. El Informador, 2 de diciembre de 1976: p. 1-A.
[4] Excélsior para AEE. ibídem.
[5] Excélsior para AEE, ibídem.
[6] José Agustín. Tragicomedia mexicana 2. La vida en México de 1970 a 1988. Vol. II. México D.F.: Planeta Mexicana, 2007, p. 123.
[7] Javier Santiago Castillo. «UAM Iztapalapa.» Luchas sociales y procesos electorales. s.f., p. 73.
[8] Las fichera es una mujer que trabaja en bares o cabarets como acompañante de los clientes que asisten a dichos lugares, la mujer por cada copa que se tome y cada pieza musical que baile junto al cliente, recibe una ficha, la cual, al final de la jornada laboral, podrá cambiar por dinero en efectivo.
[9] Víctor Manuel Castro Arozamena. Bellas de Noche (Las ficheras). Dirigido por Miguel M. Delgado. Interpretado por Jorge Rivero, y otros. Cinematográfica Calderón, 1975.
[10] José Loza Martínez y David Agrasánchez. Las borrachas. Dirigido por René Cardona III. Producido por Rogelio Agrasánchez. Interpretado por Pedro Manuel Weber Chávez, y otros. San Francisco Film, 1989.
[11] Fernando Galiana y Ramón Obón. La vida difícil de una mujer fácil. Dirigido por José María Fernández Unsáin. Producido por Conacite Dos. Interpretado por Sasha Montenegro, Carlos Piñar, Sara García y Julián Bravo. 1977.
[12] Carlos Monsiváis. «Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX.» En Historia general de México, de Colegio de México, México D.F.: Colegio de México, 2008, p. 386.
[13] Monsiváis, op. cit. pp. 379-381.